jueves, 3 de marzo de 2011

Ahora otro cuento judio:

No hay que presionar al momento, si no deseamos que el momento nos presione.

Este suceso ocurrió entre dos hermanos quienes heredaron una cuantiosa riqueza de su padre, la cual se repartieron entre ambos.
Resultando que cada uno comercializaba por su cuenta con la parte que le tocó y tenían mucho éxito en sus empresas, y comían y bebían, cada uno en su casa como es la costumbre de los grandes potentados.
Sucedió que al cabo de algunos años, la suerte de ambos tornó un giro adverso, llegó una época en la que invertían y perdían capital, a pesar que cada uno operaba en un rumbo diferente y por separado.
Y he aquí que uno de ellos cuando vio que ya perdió mucho dinero en la quinta y sexta inversión consecutiva que realizó, consideró la posibilidad de proseguir sus negocios solicitando algunos créditos.
Consiguió una suma considerable y realizó inversiones muy grandes, a tal punto que si su capital que le había quedado después de la mala racha era de diez mil monedas de oro, ahora su inversión fue de cincuenta mil monedas de oro, ya que tomaba mercadería a crédito y enviaba hacia uno y otro lugares, pues pensaba que si pierde en uno de los negocios, en el otro ganaría.
Solo que no le salió bien tampoco este intento y siquiera uno de todos los negocios le dio ganancias, por el contrario, las pérdidas fueron catastróficas, dejando un saldo completamente negativo, ya que perdió las diez mil monedas de oro que le habían quedado, y además su deuda actual se elevó a más de diez mil monedas de oro adicionales que tendría que pagar.
Sin embargo su hermano, cuando vio que la suerte no le sonreía, y perdió en la sexta y séptima operación realizada, se retiró del mercado, y la mercadería que le había quedado, la convirtió en dinero en efectivo, es decir, monedas de oro; además, vendió sus propiedades, utensilios, adornos y alhajas de su mujer. Y todo lo enterró bajo tierra, y se dirigió hacia lo de cierto comerciante, y se ofreció a trabajar como empleado suyo en su negocio, a cambio de paga suficiente para la alimentación de él y su familia en forma ajustada. Y desempeñó funciones en esta actividad cinco y también el sexto año.
Y he aquí, que cierto día en uno de sus jornadas de labor realizando un servicio para su patrón, llegó a su mano una muy importante ganancia para su empleador, y por esa causa, éste le otorgó en carácter de obsequio, la suma de cien monedas de oro. Al día siguiente, circulaba por las calles de la ciudad camino a la feria, y halló la suma de cincuenta monedas de oro.
La semana posterior, sucedió que adquirió una vieja y pesada prenda de vestir hecha con retazos anexados por valor de cincuenta centavos.
Llegó a su casa, descosió las partes, y halló adentro una bolsita

Llegó a su casa, descosió las partes, y halló adentro una bolsita llena de perlas que valían mil monedas de oro.
Por cuanto que le sucedieron estos acontecimientos afortunados por tres veces consecutivas, comprendió que su suerte dio un vuelco hacia el lado positivo, por lo que fue y desenterró el dinero que había ocultado en la tierra, e hizo con él inversiones en mercaderías varias.
Y todo lo que intentaba, le salía bien, obtenía buenas ganancias. Compró lujosos utensilios para su casa y valiosos adornos y joyas para su mujer y su casa y vivía como los grandes potentados.
Tenemos que su hermano, que presionó el momento solicitando créditos y realizando más actividades comerciales que antes, luego que vio el cambio de la suerte, el momento lo presionó a él, ya que no le quedó nada y se hizo poseedor de una enorme deuda, pero aquel que fue presionado por el momento y desistió de todo intento comercial y ocultó todo su dinero en la tierra y se buscó un trabajo de empleado, el momento lo favoreció, ya que retornó su buena suerte y se benefició.
Tenemos que todo el que presiona al momento, el momento lo presionará, y a la inversa, quién acepta la presión del momento sin oponerse, finalmente éste lo favorecerá.

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