miércoles, 2 de marzo de 2011

Lo que está claro es que desconocemos el futuro.

Podemos saber cierto que algún día moriremos, pero no sabemos cuando.

Me refiero a que si supiéramos como si de una película se tratara las cosas que nos han de acontecer,
el saberlo nos condicionaria para intentar cambiarlo.

El conocimiento (presciencia) de Dios es incuestionable.

Pero nosotros, al desconocer lo que nos sucedrá día a día, actuamos tomando a cada paso elecciones voluntarias y libres, siempre consecuentes.

Lo tocamos hace unas semanas.
Dios creó y diseñó al ser humano,
y en su omnisciencia sabía de antemano que pecaría.
¿Es que Dios estaba jugando con nosotros?
No,
Dios tuvo que dejar que nosotros tomáramos nuestras propias decisiones,
aunque él ya lo sabía.

Si Dios hubiera dicho,
no hagas tal cosa o os pasará esto otro,
y hubiera añadido,
pero sé que vais a pecar,
esta coletilla nos habría condicionado.

Hasta tal punto lo veo así,
que tal como está escrito,
Dios planeó la salvación
desde antes del inicio del mundo.

La clave está en la perspectiva
y en el conocimiento de las cosas.

Un ejemplo, no sé si muy acertado,
pero que enfatiza en la cuestión de la perspectiva.

Imagínate que hay dos personas volando en un globo aerostático,
y desde la perspectiva de arriba
ven pasar un tren hacia un puente que se ha hundido,
y para hacerlo más verosimil
el puente está después de una curva.

Desde el aire saben que el tren se accidentará,
porque ven toda la perspectiva.
Y por otra parte, el maquinista hace lo que tiene que hacer,
seguir adelante, pues no ve ni intuye ningún peligro.

Para hacerlo más exacto,
el problema sería que
desde un mobil (celular) fuera advertido del peligro,
y el maquinista libremente optará por no querer creer y seguir adelante.

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