miércoles, 2 de marzo de 2011

Uno de los dilemas de los justos en el Antiguo Testamento era que los justos sufrían todo tipo de vejaciones y todo le iba mal....sin embargo los injustos vivían vidas sin falta de ningún bien y no les pasaba nada.
A lo que llegaban después a la conclusión reconfortante de que después ante la presencia de Dios serían recompensados.

Muchas veces las leyes de Dios no son matemáticas: hago bien me irá bien....hago mal me irá mal. Ese es el principio fundamental, pero las excepciones, todas ellas, están regidas por la providencia y disciplina de Dios.
A veces el sufrimiento es el arma imprescindible que Dios usa para perfeccionar nuestras vidas.
Y también nadie puede consolar y saber consolar al menos que haya padecido lo mismo que el otro, y consuele con la consolación por la cual ha sido consolado por Dios.

Cuando un familiar fallece, una esposa-o y sobretodo un hijo (gracias a Dios no es mi caso), se podrá animar y consolar de muchísimas maneras....pero hay algo en la propia experiencia que se transmite a otro, ya no son palabras y buenos deseos, ayuda o compañía........solo quien ha sufrido sabe lo que es dolor.

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