miércoles, 2 de marzo de 2011

EL TEMPLE.
Creo que una manera de evaluar a las personas o para evaluarse a sí mísmo consiste en ver sus reacciones ante situaciones de extrema tensión.
La serenidad o bien va en la condición natural de la persona (su temperamento) o se adquiere a través de muchos años y sacrificios.
El valor de la espada consiste en que su acero al rojo vivo es constantemente golpeado hasta que adquiere la elasticidad y dureza que le es particular como una buena espada.
La templanza deriva en algunos como fruto inmediato de la reflexión, y en otros como resultado de muchas pruebas.

Como ejemplo curioso me acuerdo de dos casos similares aún en situaciones diferentes.

Un hombre ya anciano que sufrió las consecuencias por ser de los perdedores de una guerra (si hubiera cambiado el resultado de la contienda, se habrían cambiado totalmente los papeles). Era, pues falleció hace pocos años, una persona verdaderamente excepcional por su educación, por la bondad que reflejaba su rostro, su serena mirada, sin resentimiento, sin odio, con la resignación que muchas veces la vida nos da como única alternativa. Siendo maestro se le despojó de su título y de la posibilidad de ejercer su profesión como tal, y dedicándose el resto de su vida a llegar las cuentas de una pequeña empresa.
En cambio sus nietos eran muy reaccionarios, parecían (los nietos) como si sus propias reacciones fueran fruto del dolor de su propia experiencia y (propio) dolor.
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Otro caso fué de un amigo también ya fallecido. Judio nacido en Bulgaria, su esposa nacida en Varsovia (sufrió de primera mano las consecuencias del gueto). Ambos con una gran cultura y prestigio. Ella era presidenta (en España) de una asociación mundial de mujeres sionistas. Eran unas personas excepcionales. Con nosotros siempre que coincidimos nos trataron con una cordialidad y cariño extraordinarios.  Eran incluso alegres....sus profundas marcas y tristezas no habían dejado muchas marcas en ellos.....estaban templados por el dolor y el sufrimiento, pero ninguna queja, ninguna amargura se percibía en sus conversaciones.
Algunas veces nos invitaron a alguna celebración importante en la sinagoga principal de Barcelona, solo fuimos una vez a una cena, nos colocaron en la misma mesa presidencial junto a estos amigos..........pero ya no fuimos más, pues si bien con aquella generación que había sufrido tanto había una armonía perfecta, con la generación de los jóvenes, hubieron quejas de por qué teníamos que estar nosotros allí en una fiesta tan importante (al menos 400 comensales) no siendo judios.  Incluso la siguiente vez que nos invitó, nos excusamos y le escribí una carta, como un alegato a la tolerancia, la cual leyó delante de todos. Y me escribió para que lo supiera.  Incluso me dijo que algunos se acercaron para decirle su total desacuerdo por haber leido en público mi carta.

El sufrimiento produce templanza.
Las ideas solas, solo pueden pruducir conceptos, conocimientos e incluso exaltación.

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